lunes, 9 de mayo de 2016

Quilapayún en el Palau Blau-Grana. Viernes 20 de Septiembre de 1974. Barcelona. España



Al año 1974 España llevaba 35 años bajo la Dictadura de Francisco Franco, un regimén que al mirarlo a la distancia tenía los días contados: El dictador, de avanzada edad, ya sufría los primeros sintomas públicos de una enfermedad que lo llevaría a la muerte en 1975, y por otro lado, ya la sociedad española daba indicios públicos de organizarse y manifestarse, aunque siempre con el temor frente a la policia franquista, o a sus infiltrados, que en cualquier momento podían aprovecharse de estas manifestaciones libertarias para producir el caos y la muerte entre algunos de los asistentes.

Uno de estas asociaciones culturales pro libertarias tuvieron la idea de llevar a esa España de 1974 al conjunto Quilapayún, un grupo que masivamente era desconocido dentro del medio español, y que habían tenido solo algunas pequeñas apariciones en los medios españoles principalmente a su celebre participación en el Festival de Viña de 1973. La presentación estaba planificada para realizarla en Septiembre de 1974. Según lo que nos indica José Luis Vergara en una crónica sobre este concierto :

" La mañana del 25 de abril, cinco meses antes, volábamos hacia Holanda Jaume Rodri y yo. Vamos a una reunión de Pax Cristi en Leiden y nos han pedido que, representando a la organización en Catalunya, trasmitamos algo de la situación en España. En el avión hablando con Rodri sobre como preparar actos de denuncia sobre los golpes de estado en América, sugiere que teníamos que traer a los Quilapayún a Barcelona y hacer un gran recital. Los dos sabemos que es imposible, una locura, pero nos ponemos a pensar en cómo hacer realidad un sueño tan loco.

En Agermanament se habían editado clandestinamente algunas cintas con canciones de Quilapayún, entonces no había discografía suya en las tiendas, también de Víctor Jara y de Violeta Parra, se vendían en la sede y en actos para conseguir algo de dinero para la solidaridad amplia que desde Agermanament se hacia con refugiados chilenos, argentinos y uruguayos que iban llegando incesantemente huyendo del horror y la barbarie. Ellos llegaban a nuestro país también en dictadura, en su final brutal, en los últimos años.

Todo lo chileno había calado hondo en España. El proceso de la Unidad Popular había sido seguido con gran atención y el golpe que acabó con aquella experiencia, la desaparición de Salvador Allende, fueron un mazazo para todos los demócratas en nuestro país .

Aquellos años, finales de los 60 y después en los 70, hablábamos de Chile como si hablásemos de nuestro Gobierno y sentíamos a Salvador Allende como nuestro propio Presidente. Hablar de Chile era hacerlo de nuestros anhelos futuros. Quilapayún representaba entonces para muchos de nosotros, una clara referencia popular, como también lo era Víctor Jara, Los Parra, Inti Illimani… Oíamos sus canciones convertidas en himnos y que ahora nos hacían presente la terrible situación en su país. Muchas de sus canciones habían sido la banda sonora de nuestra toma de conciencia política.

Días después, ya de regreso a Barcelona, hablamos nuevamente Rodri y yo y lo hicimos con otros miembros de Agermanament sobre lo comentado. En unos días averigüé cuales eran los tramites a realizar y preparé un sencillo informe con una propuesta de trabajo en el intento de echar a andar el loco proyecto.

En una tarea ardua, localizamos a los Quilapayún en Paris, ciudad en la cual habían fijado su residencia, a ellos el golpe de estado les cogió fuera del país, creo que estaban invitados a una reunión de países no alineados y tenían algunas actuaciones comprometidas en Europa. Eso les había salvado la vida. Por teléfono les explicamos lo que pretendíamos. España era para ellos terreno vedado, pero tenían inmensas ganas de actuar aquí, sabían de los amplios movimientos de solidaridad y pienso que aceptaron inmediatamente y seguro que también pensaron que estábamos algo locos.

Empezamos a trabajar, les pedimos fotos, letras de canciones, ediciones de otros conciertos, carteles, etc. Y poco a poco, fuimos recogiendo toda aquella información que nos era precisa para poner el proyecto en marcha..

La búsqueda de un espacio adecuado fue el primer escollo a superar en esta larga travesía. Pensamos inicialmente en un Palacio de Deportes, con lo cual, lo más rápido posible empezamos a averiguar cómo se podía alquilar, su adecuación, escenario, la luz, sonorización, taquillas, etc. Lo cierto es que era un terreno virgen para nosotros, ya que ninguno de nuestros conocidos había nunca hecho algo semejante. Yo en mi trabajo había organizado algunos actos pero de mucha menor importancia y sobre todo, para un público más reducido.

Iniciamos conversaciones con el Palacio de Deportes Municipal y vimos que por fechas no era posible, fuimos a hablar con el responsable del Palau Blaugrana donde los equipos de baloncesto, balonmano, voleibol, etc., del F C Barcelona hacían sus partidos. Era un recinto relativamente nuevo, yo nunca antes había estado en él.

Las conversaciones con el gerente del club fueron realmente curiosas. Le traté de explicar de forma somera que queríamos organizar un recital con un grupo americano, y le detallé que cantaban canción folklórica, que se trataba de un grupo que eran muy conocidos allí y poco aquí. Él no debía entender nada y hacia preguntas y más preguntas, (cuyas contestaciones en su gran mayoría, me las inventaba sobre la marcha). Él se manifestaba cauto y yo veía peligrar la entonces remota posibilidad que nos quisieran alquilar el espacio. Por ello intentaba tranquilizarle sobre el grupo y sobre nosotros. Posiblemente nunca nadie haya explicado lo que era Agermanament con tanta ambigüedad y tan vacío de intenciones políticas, pero en aquel momento valía todo.

Cuando me enseño el recinto hice un esfuerzo para no denotar el pánico que me produjo pensar como íbamos a llenarlo de gente y aparentando tranquilidad le pregunté sobre los servicios que ofrecían y no tenían ni idea, era un espacio para deportes y estaban dispuestos a alquilarlo para espectáculos aunque su propósito era simplemente ocuparse de hacer el papel de “caseros”

Insistió en que no querían nada que tuviese significación política y lo tranquilice diciendo que fundamentalmente queríamos hacer algo para obtener dinero a enviar a las misiones que Agermanament ayudaba como organización religiosa que era. Bueno finalmente un poco más tranquilo me dio los datos de alquiler, forma de pago, % de liquidación a la SGAE, metodología para hacerlo a través de entradas controladas, etc. De algunas cosas tenia alguna idea ya, del resto tomé nota concienzudamente.

La preocupación fundamental era la promoción. No contábamos con fondo alguno y teníamos que conseguir que el recital generase algo de ganancias y en consecuencia, evitar el mínimo déficit. Íbamos avanzando con la incertidumbre de obtener permisos y conforme pasaban los días y nuestro proyecto prosperaba, se nos contagiaba una cierta euforia a todos los que estaban, de una u otra manera, involucrados más directamente en la operación, Mariona, Vicens, Cesca, el propio Ribera y obviamente Jaume y yo mismo.

Las conexiones con amigos de prensa especializados en música fueron definitivas. Jordi García Soler que entonces escribía en “Diario de Barcelona” y con quien habíamos tenido algún contacto por trabajos anteriores , también colaboró y nos puso en contacto con un programa de Radio Nacional que entonces era muy importante, “Para vosotros jóvenes”. En éste programa de inmediato contamos con apoyo explicito de Antonio Gómez que arrastró a los García Pelayo, Herrera y otros buenos amigos, alguno de los cuales no he llegado a conocer nunca personalmente. Desde aquel “nido de rojos” insertado en la radio oficial, nos ayudaron a divulgar el recital. Ellos pretendieron también organizarlo en Madrid y a partir de ese momento estuvimos trabajando juntos, pasándonos información y contactos.

Una vez conseguidas las letras que se tenían perceptivamente qué presentar a Información y Turismo pensamos en cómo “aligerar” el impacto de sus contenidos con la finalidad de que los censores eliminasen las menos posibles. Las letras de casi todas las canciones eran muy explicitas y leyéndolas desconocíamos qué hacer para que se aprobasen enteras y sin censura. En un intento desesperado, tomé las letras de las canciones y una a una, las mecanografié, todo en mayúsculas y eliminé cualquier atisbo de puntuación. Mi objetivo era convertir el contenido de cada una de ellas en algo monótono y difícil de leer. Escogimos unas 12 piezas con texto, contando con que los Quilapayún tenían muchas piezas instrumentales en su repertorio.

Una de las canciones era “El pueblo unido jamás será vencido”, todo un himno de lucha universal, otra “Venceremos”, la canción de la Unidad Popular, “Plegaria a un labrador” de Víctor Jara… Y conforme iba escribiéndolas con mi Olivetti, me inundaba un cierto desaliento porque me parecía cada vez más imposible llegar a conseguir todos los permisos pertinentes y superar la censura. Acabé de mecanografiar con cierto desánimo.

Repare en una de ellas que decía ”el partido volverá” y pensé que mantenerla ya era suicida par la obtención del permiso y con absoluta impunidad la modifique y puse “la ilusión renacerá”, no cambie ninguna otra (La represión).

Personalmente, habíamos acordado que hiciese yo los trámites ya que algunos funcionarios me conocían. La llevé a una funcionaria conocida de Información y Turismo con quien había tratado en otras ocasiones y con la instancia de petición de permisos deposité las copias de las letras.

Este trámite fue breve y se superó; cuando a los pocos días llamé me dijeron que ya podía pasar a buscar el permiso, la gran sorpresa fue que la censura había dejado pasar todas las letras ¡Increíble pero cierto! Me preguntaron quién era ese grupo y hoy no recuerdo como los describí. Supongo que de recordarlo seria bastante risible ahora.

Teníamos permiso de las canciones, y eso nos provoco una euforia contagiable a todo el equipo y nos dio alas para acabar definitivamente el proyecto y por primera vez creerlo viable. Recuerdo que leíamos las instancias de permiso y veíamos todas las letras selladas oficialmente y no nos lo creíamos.

La siguiente y definitiva petición fue ante el Gobierno Civil, de quien dependía todo tipo de actividad que reuniese publico. Preparamos una instancia que todavía hoy conservo en la cual, Josep Ribera, en calidad de Director de Agermanament, firmaba una petición de que se permitiese realizar el recital con el objetivo de obtener recursos para las misiones. Y así la entregamos y entonces comenzó una lenta y tensa espera, cuando apenas quedaban unos pocos días de la fecha prevista para los dos recitales, 20 y 21 de septiembre. Habíamos decidido hacerlos durante dos días porque cuando comenzamos a explicarlo, era tanta la expectativa que se despertaba que creímos poder llenar dos veces el Palau Blaugrana donde cabían unas 6.000 personas.






La venta de entradas se hacia en la sede de Agermanament, varias personas, nuestros amigos, familias, acabaron vendiendo por turnos en una mesa en recepción del local de la calle Diputación, se habían repartido solo unos 300 carteles y sobre todo estaba funcionando el “boca a oreja”. Llegaban gentes de todas partes, algunos compraban varias entradas para ellos y amigos, los precios eran de 150 y 100 pesetas. La sorpresa fue mayúscula cuando una compañera entró y con expresión de susto nos dice, la cola de las entradas da la vuelta a la manzana. Incrédulos bajamos algunos y así era, la gente ordenadamente hacia una larga cola que subía por la calle Villaroel y seguía por Consejo de Ciento, increíble. Sentíamos alegría y preocupación a la vez, la larga cola podía llamar la atención y presentarse la policía. En las horas que duró no pasó nada, nos seguía acompañando la suerte. Se vendieron todas las entradas y aún no teníamos el permiso del recital.

Estábamos eufóricos y ciertamente desbordados y en aquellos momentos recibimos una llamada de Gobierno Civil que me la pasan a mí porque yo era quién había presentado los papeles de solicitud. Me preguntaron por lo que menos podíamos esperar, se interesaron por la localización de las misiones, en qué países estaban y quiénes iban a recibir la ayuda. Pido un momento para facilitarle la información, nervioso traslado la consulta a los que tenía mas cerca y Jaume Rodri, riendo empieza a darme nombres que voy inmediatamente repitiendo por teléfono al funcionario que tomaba nota, Camerún, Chile, Argelia… nos miramos confundidos, ¿Argelia?, Rodri se dio cuenta y le cogió un ataque de risa, el funcionario había tomado buena nota.

Dos días después teníamos el permiso definitivo, Quilapayún actuaría dos días y sus recitales tenían el objetivo de recoger fondos para las misiones católicas. En un margen del impreso ponía la aclaración de los países donde estaban esas misiones, entre ellos Argelia. El documento es un autentico “incunable”.

Llegaron los Quilapayún, los recogimos en el aeropuerto y los acompañamos al hotel que les habíamos reservado. También los paseamos por la ciudad haciendo de improvisados guías. Ellos estaban muy contentos y agradecidos por estar en España, creo que ninguno conocía antes Barcelona y nos faltaba tiempo para preguntarles y explicarnos. Los pusimos en antecedentes de cómo se había organizado todo y creo que decididamente pensaron que estábamos locos. Pero era una fantástica locura, en aquel momento lo importante era que ellos estaban en Barcelona y juntos estábamos a punto de hacer realidad uno de los acontecimientos históricos en Barcelona al final de la dictadura.

En principio ellos sabían que Agermanament era un centro relacionado con la iglesia católica, fueron descubriendo que todos sus componentes los religiosos o ex-religiosos y los otros, eran gente de izquierda, escucharon interesados las actividades de solidaridad con los propios chilenos y otros refugiados americanos, con saharianos, guineanos, etc. Algunos compañeros se reclamaban comunistas, socialistas sin olvidar a maoístas y trotskistas, en fin en pocas horas debimos conseguir que tuviesen una percepción de Agermanament realmente curiosa.

Nos preocupaba mucho la seguridad y en especial la de ellos. Se tomaron algunas medidas, eran momentos en los que pensábamos que era fácil infiltrar a los comités de solidaridad y eso nos preocupaba extraordinariamente por lo que suponía de indefensión hacia muchos compañeros. Los propios exiliados, especialmente los representantes políticos extremaron cautela. Nos ayudaron compañeros del PSUC, del MC y otros. También nos preocupaba alguna acción por parte de gente de extrema derecha y sobre todo qué ello pusiera sobre aviso a la policía antes del recital.

Los Quilapayún llegaron por la mañana del día 19, se celebró la rueda de prensa en Agermanament en la que confiábamos para la promoción aunque ya casi todo estaba vendido, sólo quedaban a la venta las entradas que reglamentariamente se tenían que ofrecer en el propio Palau Blaugrana y que vendidas en situ desaparecieron en escasas horas.

A la rueda de prensa acudieron muchos amigos de los medios, la mayor parte eran conscientes de cuán importante era su colaboración, García Soler, Sopena, Sánchez Larraburru, Antonio Gómez y otros amigos que conocían al grupo y sobre todo que deseaban colaborar. El dossier informativo era casi un prodigio de semántica, se proporcionaban muchos datos culturales, y se insinuaban todos los políticos; todos los asistentes sabían bien de que estábamos hablando.

Para la seguridad en el recital se nos ocurrió adelantarnos y tuvimos una conversación con la policía de la comisaría cercana al Palau Blaugrana, en el barrio de Les Corts. Les dijimos que estábamos muy preocupados porque temíamos algún altercado, -“Ya saben ustedes, son chilenos, ha habido un golpe de estado, puede haber gente con formas de pensar diferente… algún loco”- Dio buen resultado, la tarde noche del recital la policía nos protegía a nosotros y hizo un minucioso registro de todas las zonas, escenario, asientos, vestuarios, etc. Y luego se mantuvieron, para nuestra tranquilidad, en un segundo plano, sin presencia visible.

Describir la expresión de la cara de una gran parte de las personas que entraban al Palau, incluso de nosotros, y de nuestro estado de excitación es muy difícil, por no decir imposible. Aquella primera noche asistieron un sinfín de personas que posteriormente se convirtieron en dirigentes de partidos, sindicatos, movimientos cívicos, ya muchos lo eran entonces, y los saludos eran simples miradas, de complicidad.

El clima era tenso, Jaume Rodri, tal y cómo habíamos acordado, salió al escenario y leyó un texto trabajado anteriormente. Sólo nombrar Chile, la Unidad Popular, Salvador Allende la gente se alzó en pie comenzó a gritar:

-“Chile, Chile, Chile, solidaridad”-, y a corear aquella frase mítica “El pueblo unido jamás será vencido”-, a cada nombre que Rodri recordaba, Violeta Parra, Inti Illimani, Mercedes Sosa, la gente, los más de 6.000 asistentes, más gritaban y aplaudían.

Llego el momento y Rodri presentó a “los compañeros Quilapayún”. Todos se levantaron y aplaudieron largo rato. ¡Cuán impresionante era! ¡Y ni tan siquiera había comenzado el recital! y ya atronaban las consignas de solidaridad con Chile. No sé que podían estar pensando en aquellos momentos los componentes de Quilapayún, Eduardo, Guillermo, Hernán, Carlos, Hugo y Rodolfo…, allí en medio del escenario, vestidos de negro y con poncho del mismo color. Nosotros los contemplábamos expectantes mientras ellos intentaban aguantar la emoción que los embargaba. Estábamos emocionados, miles de puños se habían levantado como antes nunca se había visto en un acto público, con rabia, reclamando democracia, solidaridad y justicia.

En cuanto Quilapayún iniciaron su primera canción se hizo un silencio reverencial, y a su final el delirio. Los Quilapayún pienso no se creían lo que estaban viendo, nada más iniciar el recital. A algunos de ellos los vimos llorar en el escenario, pero se mantuvieron enteros, se dieron cuenta que debían conducir el recital para que la emoción que a todos nos invadía no frustrase un buen final.

En el entreacto nos abrazamos con ellos eufóricos. El trabajo de muchos compañeros y compañeras aquellos días, la incredulidad de vivir lo que estábamos viviendo los Quilapayún y nosotros, hizo que aflorasen sentimientos reprimidos tanto tiempo y nos sentimos hermanos, la emoción nos contagió.

El recital fue discurriendo de forma ordenada, las presentaciones que hacían de cada pieza eran aplaudidas, interrumpidas con consignas solidarias y ellos mantuvieron un tono moderado hasta en las palabras y en los gestos lo que les debía costar un gran esfuerzo.

Durante todo el recital se fueron abriendo las puertas del Palau que estaban situadas detrás del escenario; de esta forma se permitía que entrase una buena parte de gente que se había quedado afuera sin entradas, y casi reptando, se colocaban en los rincones más diversos del Palau. Y así entraron varios cientos, ¿Cómo podíamos dejarlos fuera? Nadie lo detecto ni lo impidió, entraron todos.

Por la noche tuvimos una fiesta en Agermanament a la que también invitamos a otros amigos, vino Raimon, Maria del Mar Bonet y algunos políticos que habían asistido al primer recital. Aun nadie se creía bien lo que estaba ocurriendo. Pero ya sabíamos que se podía haber acabado la suerte.

Con los pasaportes en la mano volví a la sala donde el Comisario y los tres policías esperaban, se los miró lentamente, el ambiente era tenso, el comisario no decía nada, los juntó. me los alargó y dijo secamente: -“Devuélvaselos”. Inmediatamente salí de la sala por si acaso se arrepentía.

Ellos estaban con muy buen humor y la prueba me la dieron de inmediato, habían firmado todos en el disco que me había dado el policía, “Para el amigo policía”, “Chile vencerá”, “el pueblo unido…” y otras dedicatorias que firmaron con sus nombres. Nuevamente Oddó parecía el impulsor aunque hasta el más aparentemente serio, Eduardo, el líder del grupo, también reía y más supongo al ver mi cara al leer las dedicatorias.

Con el disco en la mano volví junto a los policías. Me dirigí al que me había dado el disco que era bastante joven y le dije de carrera, – “Mire les ha hecho mucha gracia que un policía tenga este disco y han querido dedicárselo, espero no se moleste”-. El policía me miraba perplejo, tenía el disco e instintivamente hacia como que lo metía bajo su chaqueta, luego volvía a mirarlo y leer las dedicatorias; no supe qué pensaba y por si acaso, ni se lo pregunté. Me volví, salude al comisario y le dije que si habíamos acabado me volvía al recital que ya estaba a punto de comenzar en su segundo día y ante su silencio me fui.

Tenía sensaciones contradictorias, tenia ganas de reír, había hecho un papel de idiota absoluto y creo que eso fue precisamente lo que salvó la situación. En la calle ya la policía antidisturbios habían rodeado el Palau Blaugrana y estaban preparados y dispuestos a para entrar a la mínima oportunidad.

En el momento en que se producía la entrada del público, los antidisturbios se hicieron bien visibles y con intimidación hacían “pasillos” por los lugares donde el público entraba ordenadamente al recinto. Finalmente no aparecieron en su interior y el segundo día de recitales volvió a ser una gran fiesta.

Se impartieron consignas de tranquilidad y de no permitir provocaciones y todo el mundo hizo caso de ello. Fue espectacular ver como se vació al final del recital y más de 6000 personas pasaron nuevamente entre los antidisturbios y no ocurrió nada. (En esto la colaboración de los Quilapayún que hacían las presentaciones de las canciones con gran cuidado fue fundamental. Cualquier referencia a personas y situaciones electrizaban a los asistentes y eran acogidas con un griterío de consignas y aplausos impresionante).

En silencio, algunos de nosotros y de los Quilapayún vimos parte de la escena, en silencio estábamos juntos amigos de dos países sin libertad, uno en las etapas finales de una larga dictadura y otro iniciando su larga andadura ante los años de terror que nadie sabía que aun les aguardaban."





Existen otros testimonios en Internet sobre este concierto, como por ejemplo el que pueden leer en este link , pero también es bueno compartirles el realto sobre este recital que hace Eduardo Carrasco en su libro "La revolución y las estrellas":

"La primera posibilidad de ir a España se produjo cuando comenzaron los primeros tímidos cambios en el régimen, a fines de 1974. Algunos amigos catalanes, agrupados en una organización religiosa, Agermanament, pensaron que algunas de nuestras canciones tal vez podían pasar la censura, y que moviendo algunos resortes administrativos se podía obtener una visa de entrada. Se hicieron algunas averiguaciones, y por fin, después de algunos intentos frustrados, se consiguió el visto bueno de las autoridades. De cerca de cincuenta canciones que presentamos, siete fueron aceptadas. Nunca pudimos comprender cuál fue el criterio empleado para hacer esta selección, porque, entre las siete, se encontraba nada menos que "El Pueblo Unido", en cambio, canciones folklóricas sin ninguna alusión política, fueron rechazadas. Aunque era difícil encarar un recital con sólo siete canciones, decidimos arreglárnosla con algunas instrumentales, y terminamos dándole forma a un programa, que, en definitiva, no nos traicionaba. Nos ayudó la inclusión de la "Elegía al Che Guevara", que es una canción sin palabras, y la "Patria de multitudes", que apenas tiene texto.

Se arreglaron conciertos en Barcelona y en Madrid. Las condiciones puestas por la policía eran terminantes: no se haría conferencia de prensa a nuestra llegada, no se haría propaganda pública para el concierto, ni en la calle, ni en los periódicos, y se nos instaba a reducir nuestros desplazamientos a los estrictamente necesarios para nuestro trabajo artístico, dejando el turismo para otra ocasión más propicia. Además, debíamos atenernos estrictamente al programa aprobado por la censura. A nosotros, estas condiciones nos parecían draconianas: ¿cómo se podía hacer un recital sin propaganda? El Palau Blau Grana, donde estaba prevista nuestra actuación, tenía cabida para seis mil personas. Sin mucha confianza en los resultados, pero entusiasmados ante la idea de cantar por primera vez en la Madre Patria, nos entregamos a las manos de los organizadores. Ellos sabrían lo que había que hacer.

La llegada a Barcelona fue digna de una película de espionaje. Apenas entrados al territorio español, se nos llevó directamente al hotel, en una caravana de automóviles, y en un ambiente de nerviosismo y de tensión que nunca habíamos vivido antes. Misteriosos llamados telefónicos, recomendaciones de todo tipo, personajes que nos seguían a todas partes, estricto clandestinaje. Como nuestro concierto todavía estaba dependiendo de algunos trámites administrativos, los organizadores temían una provocación por parte de la policía: cuarenta años de régimen odioso les habían enseñado a no dar nada por hecho.

Cuatro horas antes de comenzar el espectáculo, fuimos trasladados a uno de los camarines del estadio, y allí tuvimos que quedarnos, sin asomar la nariz, hasta la hora de salir al escenario. Desde nuestro escondite, sentíamos que la tensión de los preparativos iba en aumento: carreras de un lado para otro, ordenes al equipo de vigilancia, recomendaciones por si se producía un incidente, etc., etc. En esto estábamos, cuando de pronto escuchamos unos golpecitos a la puerta. Fui a abrir, y me encontré a boca de jarro con un tipo, que evidentemente no tenía nada que ver con la organización del espectáculo. Lo acompañaban otros dos, con la misma apariencia: medio pelados, bastante fornidos, vestidos con ternos obscuros, y que hablaban con voces graves y un poco imperativas.

Nadie pudo explicarnos cómo los miles de personas que afluyeron al estadio llegaron a enterarse de nuestro recital. El hecho es que una hora antes del concierto, el Palau Blau Grana estaba repleto, y otro estadio entero se había quedado afuera para que lo dejaran entrar. Tuvimos que tomar rápidamente una decisión, para que los que se habían quedado sin entradas, se tranquilizaran. Con los organizadores, salimos a explicarles que se disolvieran por el momento y que volvieran en un par de horas, habría un recital especial para ellos. La gente actuó responsablemente y las cosas se calmaron. Rodeando el estadio, había un gigantesco despliegue policial.

Pero lo más impresionante estaba adentro. Rodeando el escenario, un cuerpo entero de uniformados, con metralletas en actitud amenazante, recibía las pifias del público. Todas las aposentadurías estaban circundadas por policías. Estábamos todos amenazados, el público y nosotros. Hacia donde uno mirara, había un fusil o una metralleta, encañonando al primero que se saliera del orden prefijado. El arma del fascismo era, como en todas partes, el miedo. Pero el arma de los que habían venido a vernos era mucho más poderosa: unidos y tomados de la mano, gritaban consignas libertarias en la cara misma de los soldados. El ambiente era de fiesta. todas las banderas prohibidas flameaban entre la multitud enardecida, la catalana, la vasca, la de la república, y muchas otras de las minorías nacionales del estado español, cuyos representantes se habían dado allí cita. Gritos por Chile, contra Franco y contra Pinochet, pero, sobre todo, gritos por España y su futuro. El país renacía.

Cuando salimos al escenario, nos recibió una ovación. Emocionados, comenzamos a vocear "El Pueblo Unido". Más de alguno alzaba el puño en las propias narices del policía que tenía al lado. Nadie quería retenerse más, nadie quería inclinarse más ante la presencia represiva. Habíamos conquistado todos un pequeño espacio de libertad para España. Pedimos calma y comenzamos a cantar. Cada palabra que decíamos era multiplicada en su caiga afectiva por los miles de corazones que compartían nuestro mensaje, la carga eléctrica de palabras como "libertad", "justicia", "futuro", estaba potenciada al máximo, y la más mínima alusión a la represión y a la violencia era recibida con estruendosas repulsas. Estábamos en una comunidad de espíritus que pocas veces hemos vivido con tanta fuerza. La pujanza de los españoles por deshacerse de la dictadura, la fuerza histórica que bullía en el interior del país y que buscaba expresión y forma, encontraba en esas ocasiones una salida feliz, y nos hacía respirar a todos ese hálito invisible que despierta a los pueblos y los hace avanzar: creer en nuevos derroteros. Más tarde, cuando volvimos a una España cada vez más libre, tuvimos oportunidad de reeditar experiencias como ésta, en La Coruña, en Sevilla, en Madrid, en Bilbao, en San Sebastián, en Córdoba, en Granada, en Valencia, y hasta en los más remotos pueblitos de provincia.

Durante este primer concierto y el siguiente, que tuvo las mismas emocionantes características, tuvimos que llamar muchas veces al público a la responsabilidad, para que no hubiera desbordes y todo terminara bien. Actuábamos en sentido contrario al de costumbre, hablábamos para que todos volviéramos a la realidad, para que no nos dejáramos arrastrar hacia un sueño demasiado peligroso, que hubiera podido conducirnos a un enfrentamiento con la policía. Felizmente, nada se produjo, y esa noche se constituyó en una de las actuaciones inolvidables de esos años itinerantes. Seguramente nuestras canciones llegaron al público español con más fuerza que a otros pueblos europeos. Compartíamos el drama y la esperanza de terminar con él. A partir de esos momentos, nuestras voces hicieron su camino en España, y hoy día, seguimos perteneciendo al paisaje de esos tiempos que no se han olvidado y que no debieran olvidarse nunca, para que los frutos del presente no oculten los trabajos y los inviernos del pasado. La libertad, toda libertad, debiéramos vivirla siempre como un privilegio, jamás acostumbramos a ella, para no caer en la trampa del olvido fácil, que quiere borrar rápidamente los dolores. Al día siguiente de estos conciertos, supimos que los previstos en Madrid habían sido prohibidos, y que la policía nos daba veinticuatro horas para salir de España. Tuvimos que irnos, pero pronto volvimos, y tantas veces, que nuestros pasos por la frontera se han banalizado"






Esta visita tuvo una fuerte repercusión en el medio español, en este link pueden leer mas detalles sobre como se incluye esta visita en el escenario de apertura que vivía en España en esos días y en la industria del disco.

Tambien la repercusión de esta visita fue reconocida el año 2010 por el Ayuntamiento de Barcelona, pueden leer mas antecedentes en este link de Cancioneros.com (del cual hay que limpiar de cierta turbiedad por el conflicto que por esos años vivía la agrupación y del cual el editor tiene una marcada postura), y esta nota de la televisión catalana.

El registro de esta actuación, realizada el viernes 20 de Septiembre de 1974 en el Palau Blau-Grana de Deportes en Barcelona no sabemos quien lo realizó, ni si contiene todos los temas presentados en ese concierto, pero nos entrega un testimonio extraordinario sobre la situación política de España en esos años, el impacto de Quilapayún en ese ambiente y escuchar la forma en que el conjunto trataba de hacer frente a todo eso desde el escenario, en una España aun bajo las fuerzas del franquismo.

Todos los recortes de prensa han sido extraidos de la Hemeroteca Digital del Diario La Vanguardia de Barcelona.

La formación de Quilapayún en esta presentación fue: Eduardo Carrasco, Carlos Quezada, Willy Oddó, Hernán Gómez, Rodolfo Parada y Hugo Lagos

1. Presentación en catalán por Jaume Rodri
2. Presentación Rodolfo Parada
3. Con el alma llena de banderas (Víctor Jara)
4. Presentación Willy Oddó
5. La muralla (Nicolás Guillén - Quilapayún)
6. Presentación Hernán Gómez
7. Quiaqueñita (Del Folklore argentino)
8. Presentación Willy Oddó
9. Elegía al Che Guevara (Eduardo Carrasco)
10. Presentación Eduardo Carrasco
11. Ilusión (La represión) (Sergio Ortega)
12. Presentación Willy Oddó
13. Tío Caimán (A. Chang Mary - Tradicional)
14. Presentación Willy Oddó
15. El canto del cuculí (Eduardo Carrasco)
16. Presentación Rodolfo Parada
17. Comienza la vida nueva (Luis Advis)
18. Presentación Hernán Gómez
19. Qué linda son las obreras (Del Folklore - Quilapayún)
20. Presentación Eduardo Carrasco
21. Plegaria a un labrador (Víctor Jara)
22. Presentación Willy Oddó
23. El pueblo unido jamás será vencido (Sergio Ortega)


1 comentario:

xpintanel dijo...

Apreciado Sr.Discoteca Nacional Chile:

En primer lugar felicitarle por el excelente artículo. Riguroso y completo.

Aunque por referencias a mi persona quisiera hacerle dos preguntas:

1) Por "hay que limpiar de cierta turbiedad" quiere usted decir "hay que poner la mierda debajo de la alfombra"? Incluso si la mierda está bien contrastada?

2) Acaso usted no tiene también una "una marcada postura" pero al ser una postura distinta a la mía ya no la conisera ni postura ni tan marcada?

Reciba un cordial saludo.